miércoles, 24 de junio de 2009

ELLA FUE DE COMPRAS

-"¡Sí! hoy voy a dedicar a comprar algo para mí; tal vez una blusa, unas sandalias..."
-"No puede ser, siempre para los hijos o la casa ¡y para mí nada!"
El esposo leía el diario, miró a la esposa por arriba de los lentes.
-"¡Por supuesto! ¡Por supuesto!"- Ella salió dando un portazo.

BRUNO

Cuantas veces escuché:"¡Hoy es un día de perros!" o aquel insulto: "¡Hijo de perra!".
Pues bien señores humanos; ustedes tienen razón, soy un hijo de perra, y mis días son de perros, no caben dudas.
Soy un perro sin linaje; no tengo lo que los entendidos llaman"Pedigree"; yo sería algo así como un indocumentado.
En mi entorno familiar me3 llaman Bruno, dicen que es nombre de persona, no me queda otra que aceptarlo.
En idioma perruno, mis amigos me llaman de otra manera y no creo que haya traducción al castellano, al menos por ahora.
No soy de gran porte, diría que más bien de mediana estatura, tengo el pelaje blanco con algunas manchas negras. Siempre me dejé la barba, antes era blanca pero con los años se tornó amarillenta; eso me da frente a mis congéneres un aire de intelectual y produce respeto.
No hace más de un mes me llevaron a una esquina del barrio donde aplicaban la vacuna antirrábica la verdad que solo sentí un pinchanso, y mientras esperaba que me entregaran el certificado me tendí en la sombra de un árbol, se me acercó una perrita y me dijo: -"Ustedes los perros son todos iguales, ven una jeringa y tiemblan como locos, no son como nosotras que soportamos dolores de parto sin chistar, fijate ese perraso marrón como tiembla y llora."
" un momento"- le dije- "A mí me aplicaron la vacuna y no se movió un pelo" " no generalices querida".
Bueno queridos humanos bípedos, los dejo y recuerden ese viejo refrán pero que no deja de tener vigencia: " cuando más conozco a la gente, más quiero a mi perro".

sábado, 26 de julio de 2008

AMOR PERDIDO

Se que ya no vendrás,
Y que otro amor tendrás;
Pero me sigues amando,
Lo supe al verte llorando.

Sabes, mi alma por ti llora;
Sabes, mi corazón te añora;
Quiero llegar al olvido;
Quiero, pero no he podido.

Tengo tu recuerdo latente,
Esos momentos felices, lo tengo presente;
Y se que no dejarás de lado,
Esos momentos que te he dado.

miércoles, 16 de julio de 2008

EL ÁNGEL GUARDIÁN

Doña Concepción había quedado viuda, su esposo Luis Pereyra falleció del corazón, dejando a la joven mujer y a sus dos pequeñas hijas a merced de la rapiña de las hermanas de Don Luis; quienes mediante artifugios, asesoradas por un abogado inescrupuloso, hicieron que la inexperta mujer firmara los derechos sucesorios en favor de las dos arpías. Y así fue de un día para otro Doña concepción y sus dos hijas Francisca y Waldina quedaran con lo puesto.
El juez que vino a comunicarle que debían dejar la casa, no era menos corrupto que el abogado y las dos mujeres; que jamás aceptaron que su hermano se casara con Doña Concepción por ser de condición humilde. Y abandonaron el pueblo de Sao Borja, Rio Grande Do Sul, Brasil; la desamparada mujer y sus hijas emigraron al pueblo de Santo Tomé, Provincia de Corrientes, Argentina.
Doña Concepción, con lo poco que tenía y la buena voluntad de la gente que la conocía; consiguió una casa humilde donde vivir. Era modista y pronto por fortuna comenzó la gente a valorar su trabajo. Waldina, la menor de las hermanas, estudiaba y Francisca ayudaba a su madre con las costuras, trabajos exquisitos, manteles de hilos finamente bordados trajes de novias, camisas de seda; el arte de la costura no tenía secretos para ellas.
Era aquella una época difícil, el progreso costaba llegar y sobre todo a los pueblos; la gente adinerada vivía la mayor parte del tiempo en sus estancias y venían poco al pueblo, sus hijos estudiaban en otras ciudades.
Corrientes tenía sus luchas internas, y existía el caudillismo político. La casa donde vivían era de ladrillos asentado en barro, con una galería al frente, un dormitorio, cocina comedor, patio con pozo de agua, al frente un pequeño jardín con plantas de azaleas, muro de metro y medio de altura con portón de madera.
El hecho de vivir mujeres solas las hacía tomar ciertas precauciones como poner candado en el portón y trancas en puertas y ventanas; Doña Concepción era una mujer valiente y tenía que velar por sus hijas.
Cierta noche escucharon batir palmas en el portón, las chicas quedaron mudas, la madre abrió una hoja de la ventana y vió un hombre corpulento, de bigotes, sombrero negro, pañuelo al cuello, vestía de paisano, bombacha y botas negras. Al preguntarle, que quería, le respondió con frases incoherentes, al parecer tenía algunas copas de más.
Ante la insistencia del hombre, la mujer tomó una varilla de madera dura de un metro de largo, cinco centímetros de espesor, con marcas de centímetros, se usaba para medir telas. Salió al corredor de la casa ante el pánico de sus hijas, la valiente mujer dijo al hombre que se fuera. El paisano respondió: -¨Ustedes necesitan un hombre en la casa que las proteja.¨-
Y apoyando una mano en el muro voleó una pierna para saltar por sobre la tapia. La mujer tomando la pesada varilla con ambas manos le propinó un feroz golpe detrás de la oreja tan certero que el hombre cayó como fulminado por un rayo.
- ¡Está muerto! -¡Lo mataste mamá!
- No hijas solo está inconsciente, ayúdenme a sacarlo afuera.
Tomaron al hombre por los tobillos y lo arrastraron afuera, luego cerraron y trancaron puertas y ventanas. Aparentemente, el hecho aquel hizo que la gente mirara a la mujer con otros ojos, admirando la valentía y como defendió a sus hijas de la segura agresión.
Pasaron los tiempos con tranquilidad en la casa de los Pereya.
Una noche luego de rezar como de costumbre antes de acostarse, y de desear un buen descanso a su madre, Francisca y Waldina se acostaron en la ama que compartían unto a la pared que daba a la galería de enfrente, las tres mujeres en la misma pieza. De pronto las niñas escucharon en la galería una mecedora como si alguien se hamacaran en ella; las dos mujercitas se abrazaron: -¿Escuchaste Francisca?-preguntó Waldina con un hilo de voz. -Sí- contestó Francisca. -Serán los gatos- tratando de calmar a su hermana. Luego escucharon unos chasquidos, similar al que produce una persona al saborear una comida, junto al oído de las aterradas niñas.
Saltaron de la cama y fueron a apretujarse temblando en la cama unto a su madre. -¿Qué les pasa niñas?-
-Tenemos miedo, sentimos ruidos extraños.
-Bueno quedense conmigo, no les pasará nada- dijo la madre abrazando a sus hijas.
Algo cayó al piso e inmediatamente un estrepitoso ruido y la habitación se llenó de polvo, luego una claridad que provenía del frente de la casa y cuando por fin pudieron calmarse y se disipó el polvo, la madre encendió una lámpara, con asombro vieron que toda la pared del frente del dormitorio había caído, justo sobre la cama que un rato antes ocupaban las niñas. La cama quedó sepultada con escombro junto con la pesada ventana.
Se miraron sin comprender que pasó, todo estaba en silencio, no había viento, como para explicar lo sucedido. Por supuesto nadie durmió esa noche.
Al oro día viendo el gran boquete, la cama tapada de escombros, la mujer se arrodilló, y agradeció a Dios el hecho de haber salvado a sus hijas de una muerte segura.
Luego de pasar unos días y con la pared ya reparada, la madre juntó a sus hijas y les dijo:- niñas, ustedes fueron avisadas por el Ángel Guardián que todos tenemos, deben rezarle todos los días y agradecerle, pidiendo que siempre las proteja.
Pasaron los años, Francisca tuvo ocho hijos y catorce nietos, Waldina fue maestra. Francisca siempre por las noches seguía rezando a su Ángel Guardián el haberlas protegido aquella noche; hacía tantos años que ni ella misma sabía cuantos.

domingo, 1 de junio de 2008

URUTAÚ

El hombre quedó un rato en la oscuridad,viendo las luces del ómnibus que lo había traído; el ronco sonido del motor se apagaba a medida que se alejaba. Era el único pasajero que descendió en aquél solitario lugar. Encendió la linterna y miró el reloj, dos y diez de la madrugada.
Tenía que caminar un largo trecho, poco más de tres kilómetros y seguro que llovería, a lo lejos los relámpagos iluminaban el cielo, y los truenos sonaban como viejos cañones. Sacó de su bolso de viaje un capote negro para lluvia, se lo puso, le llegaba hasta los tobillos, sonrió y se dijo: ualquiera diría que soy un cura".
Se colocó el bolso a modo de mochila, pasando los brazos por las manijas, tomó la linterna con la mano izquierda, y palpó con la derecha su pistola que la tenía en la cintura, con ella se sentía seguro.
Algunas gotas comenzaban a caer, eran grandes y la polvorienta tierra del camino absorbía rápidamente el agua, apuró el paso y pensó: "Si se larga a llover, este camino se pondrá muy pesado. Tal vez me de tiempo a llegar a mi casa".
Alumbró el costado del camino para ubicarse, pero ni falta que hiciera, pues el olor a estiércol indicaba que estaba cerca de los corrales de Don Meza, carnicero del lugar.
Pasando los corrales, el arroyo Itá- Curuzú cruza el camino. al costado izquierdo el cauce del arroyo es muy profundo; antes del puente de madera y sobre una barranca a la vera del camino estaban las dos cruces pintadas de blanco, una más pequeña.
Al verlas el hombre, mientras se persignaba, recordó el por qué de las cruces en aquel lugar y de los relatos del viejo alemán Don Gerber, con quién pasaba largas horas hablando.
El caso fue que años atrás cuando se construía la ruta nacional 12, su nuevo trazado y asfaltado, en ese lugar funcionaba un obrador y taller de la empresa contratista de la obra, allí vivía un pequeño grupo de obreros y maquinistas algunos con sus esposas e hijos.
Una de aquellas mujeres tenía una pequeña hija, ocurrió que la mujer, se enteró de la infidelidad de su marido, y al sentirse engañada, tomó a la niña y atándose con un pañuelo de seda el brazo al de la pequeña se arrojó a las aguas del arroyo en su parte más profunda, pereciendo ambas ahogadas.
Y, al decir del viejo alemán, en ciertas noches se puede escuchar el llanto lastimero de la infortunada mujer.
"Mirá señor, por tu cara veo que no crees nada de lo que yo te diga", decía el anciano con dificultad para el castellano, al ver la sonrisa del hombre. "Fue muy triste cuando las encontraron, me dio mucha pena" agregó.
La verdad el lugar encajaba para este tipo de historia, era sombrío, hasta tétrico, crecía al costado del camino un pequeño monte de tacuaras, que al soplar el viento producía extraños ruidos al rozar se las cañas entre sí. El caminante apuró el paso, aliviado porque la lluvia no llegaba.
De pronto, aquel grito, un lamento desgarrador, provenía sin dudas del arroyo. Un frío le recorrió la espala y el corazón le latía con fuerza. Cuando al fin se calmó en parte, se encontró tendido de bruces al costado del camino, y en el revolcón´había perdido la linterna, a tientas la encontró, se puso en cuclillas tratando de encontrar una explicación: " En este lugar no hay casa, alguien está maltratando a una mujer. ¿La historia del alemán será verdad?" pensó el hombre, eso no, era un incrédulo para esas historias.
De pronto el grito nuevamente, pero en otro punto del monte, y luego otro, y otro, más lejano aún, como contestando al primero. Ahora sí, comprendió todo. maldijo en voz alta y sonrió: "¡Maldito pajarraco! tremendo susto me pegaste". En ese momento recordó lo que le dijera su amigo Ojeda, un correntino jovial de risa fácil: "Si nunca escuchaste al urutaú, seguro que cuando lo oigas se te va a helar la sangre", y riendo de buena gana, hacía alusión a que algo le pasaría a sus pantalones.
El hombre se puso de pie sacudió sus ropas, ya más tranquilo siguió su camino se sentía distendido y hasta se diría feliz, y durante el trayecto a su casa sonrió varias veces.
Al llegar dirigió la linterna hacia la puerta de entrada y antes de introducir la llave en la cerradura, se dio vuelta y miró el camino por donde había venido, como si quisiera retroceder en el tiempo, cuando descendió del ómnibus, y dijo con un susurro: "Ahora sí, ya puede llover".
Aquel hombre se llamaba Miguel; el mismo nombre del autor de este relato, como que uno y otro son una misma persona.

lunes, 19 de mayo de 2008

FRASES PARA RECORDAR

Si no eres capaz de hacerlo mejor,
No critiques a quien lo hace.

*..*..*..*..*..*..*..*..*..*..*..*..*..*..*..*..*..*
El hombre prudente,
Es como el alfiler,
La cabeza le impide undirse por los pies.

*..*..*..*..*..*..*..*..*..*..*..*..*..*..*
Lo más importante no es la edad.
Pues los años que dan la razón,
Son los que se llevan en el corazón.

*..*..*..*..*..*..*..*..*..*..*..*..*..*..*..*

El libro, causante del saber,
Solo en una biblioteca ocupa lugar.
En la mente no.

*..*..*..*.*..*..*..*..*..*..*..*..*..*..*..*..*..*..

Dios te de el doble de lo que tú me deseas a mí.

sábado, 10 de mayo de 2008

TIERRA HERIDA

Cierta vez pensaba en el universo,
Como sería la tierra desde lejos,
Y en esos pensamientos inmerso,
Comienzo a flotar, cierro los ojos.

No se si estoy presente,
O en otra dimensión,
Me siento ausente,
Es extraña esta sensación.

Veo la tierra brillante,
Azul celeste, ¡Majestuosa!,
Con tonos de verde, cambiante,
Distante, ¡Hermosa!.

De pronto hay algo a lo lejos,
No alcanzo a ver lo suficiente,
Me acerco, son reflejos,
De color naranja, refulgente.

¡Por Dios!, una guerra está comenzando,
Es una herida abierta, sangrante,
Son hermanos, y se estan matando,
Porque ese odio constante.

Fué un segundo, posiblemente,
Aquella apocaliptica visión,
Que aún perdura en mi mente.
Por ellos, Dios, humildemente perdón.-